sábado, 18 de mayo de 2013

SECRETO


“Un secreto para contar”

               En las llanuras del pueblo de Papelón, por allá donde se siembran las patillas más dulces, se encontraba el “Astuto Orejas Blancas”, le decían así al señor más sabio o más hábil para la siembra, de trabajo duro y de mucho pensar. Él si sabía cómo hacer que las cosas se hicieran muy grandes, las cosechas era su predilecto afán. Yo lo veía tomando datos en una libreta, escribía todo lo que pensaba, observaba todo, tanto, que lo olía, lo degustaba, lo palpaba y lo sentía de tal forma que parecía que a veces se lo quería comer como a un  mango. Era todo un personaje. Creía que las personas podían ser enseñadas a amar la naturaleza, si la estudiáramos más y  ella luego nos diría sus secretos.

               En una oportunidad mi Abuelo “Astuto Orejas Blancas” me relató, el secreto de los secretos. Y yo en este momento se los voy a contar. Claro, él me dijo que no lo hiciera en aquella ocasión, pero cómo no contar esta fabulosa investigación. Presten mucha atención que la historia puede confundirte un poco, sino anotas.
               Según mi abuelo paterno la manera de hacer las cosas más grandes, es buscar en lo más pequeño de ellas y así mismo sabrás lo escondido. Si, es algo extraño pensar que desde lo más pequeño podemos cambiar el tamaño de las frutas, tubérculos, hortalizas. Él entra en su cuarto en el patio trasero de la casa y con dedicación hace experimentos. Los experimentos son pruebas, donde observa que sucede con cada cambio. Si tiene un vaso con agua, él la calienta, luego la enfría, después le agrega otras aguas y así va paso a paso. Todo lo anota en una libreta azul. Escribe el día y lo que está haciendo con mucho detalle. Luego dice “Eureka” y nos relata la solución de un problema.
        
              En una mañana donde varios pajaritos cantaban y las abejas zumbaban, Don Astuto Orejas Blancas se decidió a conseguir la forma de saber con anticipación la caída de agua del cielo, eso que le dicen LLUVIA, de agua mojada. También la cura para la rabia, si el antídoto o como quieras que lo llamemos, algunos lo llaman brebaje, poción, menjurje  Rascañuelos o inyección. Él le llamaba Mezcla, por aquello que las cosas había que llamarlas por su nombre correcto. Él era muy correcto, era muy inteligente, era muy hábil y digo que era porque ya no está con nosotros, pero si su memoria y sus experimentos. Lo que se proponía resolver era saber cuando exactamente puede llover, saber dónde llovería. Lo raro de todo esto es que en su cuarto de experimento, ese de techo de Zinc y paredes de barro blanco había muchos frascos de cristales con cosas muy extrañas, objetos y olores que nunca yo había visto, ni olido. Lo más increíble es que tenía un gran panal de abejas de donde sacaba miel y un gran laberinto de caminos encontrados de hormigas. Cada una de ellas tenía un nombre, eso me asombraba mucho, las respetaba tanto que las llamó con números y por supuesto con sus apellidos. Por lo tanto podíamos conseguir “Uno Malbañada Valiente”  “Dos Sifrina Autosuficiente” y así para cada una existía un nombre y todas las mañana contestaban a su llamado. Eran dos millones setecientos veintisiete mil doscientos setenta y dos hormiguitas y amiguitas. Experimentó tanto con ellas que un domingo de visita con mis padres me dijo ¿Quieres que te cuente mis experimentos? sentado en una silla que él mismo había elaborado con un árbol que tenía una barriga llamado Ceiba.- Claro que si abuelo, tu sabes que si- Bueno mi aprendiz, ubíquese por allá y le muestro mis conclusiones. Sacó un libro que tenía muchos escritos, todos con un una letra grande y cursiva. Al final del cuaderno de anotaciones decía algo encerrado en una circunferencia: “Cuando va a llover, las hormigas “Treinta dos llena de suerte” y su compañera de camino “Cincuenta y cuatro pata caliente” suben con sus larvas (hijas) a zonas más altas del laberinto, todas las demás las siguen”. Eso me asombró y lo miré con alegría diciendo: -Abuelo ¿Cómo lo hiciste?-. Sencillo hijo mío, un día sentado en mi hamaca entre dormido pude mirar como pasaba esto. Yo había sacado el recipiente de las hormigas una noche antes al patio y solo tuve que esperar con paciencia que esto sucediera. Antes lo había visto, pero en las matas de Topocho de tu tía Alejandrina. Las hormigas silvestres se subían 32 minutos antes de que empezara a llover y me dispuse a probar si eso, les ocurría a las restantes. Luego anoté lo visto y después de nombrar a cada una marcándolas con un color, llegué a esta asombrosa conclusión. – Aaahh chévere, quiere decir que tú experimentaste. – Si yo hice lo que muchos hombres y mujeres hacen, observo con todos mis sentidos.- Abuelo ¿y porque las demás personas no hacen esto?-. Sencillo porque no les interesa, tienen otras ideas, quieren encontrar otras respuestas-. Abuelito tú me quieres decir que también son inteligentes como tú. – Si todos somos inteligentes, no existe nadie que no lo sea. –Aaahh pero yo creo que si existe alguien que yo conozco, que si lo es-. ¿Cómo así? – Tranquilo Astuto Orejas Blancas, yo sé lo que te digo. –No, Raúl esa manera de dirigirte a los demás no es correcto, recuerda que no todos entendemos de igual manera, unos más rápido que otros.
              
                 Ese día Raulito y su abuelo “Astuto Orejas Blancas” conversaron sobre otras cosas interesantes, tanto así que le contó cómo había encontrado la cura de la rabia. Lo importante de ese día fue que el niño cuenta se dio, que la constancia y la organización nos ayuda a encontrar respuestas. Por último el hombre de muchas canas le dijo a su nieto: -Nunca te acuestes con una pregunta que no hayas respondido- y Raulito después de muchos entendió que dormir no era estar en la cama, sino desmayarse y abandonar las ideas.
               Aaahh se me olvidaba decirles, la cura para la rabia es el Amor

jueves, 2 de mayo de 2013

UNA RECETA PARTICULAR "RASCAÑUELOS"


 “RASCAÑUELOS”

                Después de disfrutar el día en la playa Álitor, se dispuso a comer una merienda especial. Consistía está en pequeños trozos de galletas inmersa en una malteada de chocolate y pequeños trozos de hielo, al final de licuar toda la mezcla bañaba con pequeños pedacitos de chocolate de arroz tostado, polvoreaba con un poco de canela y de último la olía con profunda inspiración para saboréala antes de llevarla a su boca. El ritual de todas las tardes le llamaba “Rascañuelos” porque después de tomarla comenzaba a picar su cuerpo de tal forma que lo hacía en la pared, en las orillas de estas. Procuraba rascarse con el peine de papá y el gran cepillo redondo de mamá. Nada podía calmarlo, pero igual tenía su ventaja aquella comezón, haberse disfrutado la bebida más sabrosa del mundo.
                Álitor era un niño que tenía muchos amigos, pero en cuestiones culinarias no compartía el “Rascañuelos”, se fugaba siempre a  mitad de entrenamiento y casi lo botan del equipo de béisbol porque no asiste completamente al horario. Un día se jugaban la final, el jugaba el jardín derecho porque siempre decía: -Nadie batea por aquí, y si lo hicieran Julito me ayuda, porque sabe que no corro mucho- El también pensaba que como en el pueblo no había personas que batearan a la derecha le vendría muy bien jugar esa posición. Siempre lo iban a ver sus amigas Reina María y Mía Alegrina dos chicas hermosas que le hacían coro desde las tribunas de la primera base. Ellas le habían aconsejado que si no soportaba la tentación de tomar el “RASCAÑUELOS” no le darían una sorpresa muy gratificante, ellas se la preparaban con cariño, esta incluía comida y  un paseo al parque de diversiones. Álitor era muy bueno bateando ya que el chocolate le daba fuerza. Tenía un buen ojo para las pelotas rápidas y altas. El lanzador de ese día era el niño de 6to grado Juan Alfonzo de la Coronilla, niño muy alto pero un poco lento. Los lanzamientos iban y venia igual que las entradas con cada 3 ponches, pero cuando llegaba él todo se sentía un poco tenso, el otro equipo sabía que la habilidad del cuarto bate de los “Quesos Rayados” no era solamente fama, era una realidad que asustaba. El Equipo de los “Pancito con Mantequilla” tenia fe en Juan y este a su vez en Dios, porque cada vez que venía Álitor oraba y  pedía mucho con plegarias a millón, decía: Diosito si tú me ayudas yo te prometo que no le escondo más la plancha a la abuela en el jardín, me como todo las caraotas que mi mamá me da, me baño todo en la semana y también los domingos. Allí Juan duraba un minuto, era su concentración, luego lanzaba con tanta fuerza que el viento se apartaba, un silbido se venía con la pelota y el “Tac” del bate sonaba avisando que era un gran golpe. Todos miraban hacia arriba buscando la blanca pelota, se perdía con la luz del sol y muchos en silencio esperaban que saliera por la barda central y en el justo momento que se veía caer ese magnífico batazo, la gente brincaba de alegría, silbaban, alzaban las manos y lanzaban los refrescos de tamarindo morado con entusiasmo.
                Luego de ese gran partido los amigos de Juan  se preguntaron: ¿Cuándo harás 3 strikes a Álitor, Juan? Contestó con malicia Serpentina de las Fuentes Toposo. –Yo sé cómo. Ustedes déjenmelo a mí y yo sabré ponerle una tentación que no lo dejará  batear ni atrapar-
                Mía y Reina escucharon a la niña intrigante y salieron con aprisa para avisar a su mejor amigo, que una trampa se estaba creando. Llegaron a casa de la Señora Magdalena y Álitor estaba en su ritual de todas las tardes. Se disfrutaba de aquella bebida y mientras las chicas le explicaban, él estaba en un lugar muy lejano de allí. Su bebida no solo le daba fuerza si no que también lo hacía imaginarse  muchas cosas buenas, por eso siempre contento estaba. Al culminar las visitantes la charla de prevención, Álitor movió su cabeza  con lentitud de arriba hacia abajo de manera repetida, con una mueca en su boca, dándole una sensación a sus amigas que les había escuchado. Su madre que escuchaba sabía que no lo había hecho, por lo tanto ella creó un plan sencillo y muy secreto, tanto que ni sus mismos pensamientos podían visualizarlo, ni escucharlo, ni sentirlo. Solo su imaginación y ella, lo sabían. Era tan secreta esa idea que ni MAMUCHIS la perra preferida de la casa lo conocía.
                Llegado el día del nuevo encuentro, las familias se reunían alrededor del entrenador mientras este daba las indicaciones para animar a sus hijos, les dijo el Señor Salvador:-Escuchen estimados padres y madres, hoy es el mejor día para que sus hijos muestren todas sus cualidades. Serán observados por entrenadores de otros equipos de mayor nivel. La unión de las familias es el mejor camino para que sus hijos se conviertan en los futuros Campeones de Venezuela-. Finalizado aquel pequeño discurso todos los adultos buscaron la manera de comunicarles con amabilidad lo que esperaban de ellos en el campo de béisbol.
                Escuchada la voz de comienzo, el árbitro principal pasa la pelota a los “Buitres Calvos”  con su lanzador estrella. Los “Pollos Picosos” venían al bate. Enseguida se aparecieron los chamos con Juan y la malvada de Serpentina. Se dieron cuenta que estaban en un partido equivocado y siguieron en la búsqueda del encuentro entre los “Quesos Rayado” y el equipo proveniente del pueblo de las Matas, los “Toros Sentados”. Serpentina se logró colar entre el público y se ubicó entre Primera Base y la caja de Bateo, así le decían al lugar donde cada pelotero golpeaba la blanca y redonda pelota. Después de la segunda entrada viene a tomar su turno Álitor. La niña con intenciones no muy buenas, saca un termo transparente y se sirve un trago. En un primer momento el olor llega a los bellos de la nariz del bateador, le crea la primera sensación pero pensó: Nadie puede sabe la receta de la Rascañuelos. Realizan el primer lanzamiento y es un Strike. Luego Serpentina hace un sorbete ruidoso y anuncia con un ¡ahhh¡ lo sabroso que era la bebida. El niño escucha y sigue oliendo. Lanzan nuevamente y es el segundo Strike. La mamá que estaba en el público le muestra una taza y le grita: -Si la bateas te doy un sorbito- y en ese momento que venía la pelota Álitor la choca con fuerza y es un sencillo que vuela por encima de la primera base llegando hasta el jardinero derecho. Serpentina furiosa se paró de la butaca y se fue al lugar de los “Toros sentados” y le dijo la estrategia al entrenador que también quería ganar costara lo que costara. Tomó el vaso y cambio de puesto con el entrenador de primera el Señor Delgado. Álitor al aproximarse este nuevo entrenador se dio cuenta que traía la Rascañuelos. Desconcentrado casi lo toman por sorpresa fuera de base. Luego el otro lanzamiento es bateado por Julito, el quinto bate y la bola sale disparada con gran velocidad por segunda base, Álitor toma la taza del entrenado antes de salir corriendo y en el camino la pelota hace un mal viro y choca con el pocillo, derrama la Rascañuelos en la cara de Álitor y este se lanza en segunda casi ciego. La gente se quedó extrañada con esa acción del niño. Lo cierto es que continuaron el partido y todos murmuraban de la gran hazaña del cuarto bate.
                Después de ese episodio Álitor se detuvo a pensar: -¿Cómo llegó la Rascañuelos a primera base? Y se contestó: -Es que ya me robaron la receta o mi mamá por ser tan generosa le regaló la forma de prepararla a las vecinas de la cuadra-.
                 El chocolate se secó en su nariz y labios, luego de un rato empezó a sentir algo raro. Cada vez que se le acercaba alguien le daba cosquilla en estas partes y reía. Pero cuando él se tocaba no pasaba nada, y se preguntó: -¿Por qué cuando me toco no me da risa? Y ¿Por qué si? cuando otros lo hacen. Lo cierto es que el partido siguió hasta el triunfo de los “Quesos Rayados”. Volvieron a ganar la  temporada de verano y Álitor nuevamente quedó como el héroe del equipo y de sus amigas Mía y Reina. Mamá no pudo ayudarlo completamente. Los planes de Serpentina se dieron pero no logró los objetivos de hacer perder a los “Quesos Rayados” contra los “Toros Sentados” y de igual manera el entrenador de este equipo el Señor Delgado, que por cierto no era muy flaco que se diga, era tan comelón que siempre de desayuno se comía lo que su esposa le preparaba para el almuerzo.
                Por último en casa Álitor creció con su Rascañuelos, quedando dos preguntas en el aire para él toda la vida, hasta hoy que cumple 16 años y va a la universidad.
                ¿Por qué cuando yo me toco no me da cosquillas? Y cuando mi mamá si lo hace  me da mucha risa, Será ¿Qué ella tiene la Rascañuelos en sus manos?
                No encontró respuestas este día y aún sigue preparando su bebida preferida. De esta manera nace el gran misterio de RASCAÑUELOS, la bebida mágica que hace que te rías y cumplas tus sueños.
                No olvide preparar la tuya…Recuerda cada vez que la prepares ráscate y sabrás que tú mismo no puedes hacerte cosquillas jajaja.

Rafael “El yafy” Blanco

RECUERDA


RECUERDA, NUNCA DECIR NO…

-Panchito el caminero ¿Me puedes ayudar?-Si. Panchito el tendedero ¿Me puedes ayudar? Claro que si.-Panchito el remediero ¿Me puedes ayudar? Pues, claro con todo el gusto te digo que sí.
                Las repuestas de Panchito siempre terminaban en sí, porque sencillamente hace mucho tiempo hizo una promesa de nunca haría sentir mal a nadie, con su flojera y muchos menos desde que conoció al amor de su vida. Si, Panchito en un principio no era muy colaborador, se la pasaba durmiendo, inventando cualquier tipo de mentiras para no ayudar a sus 354 familiares que vivían en la casa de la colina, por allá por Biscucuy. Si, así mismo, como lo escuchan. En su casa había tanta gente que para hablar con mamá había pedirle una cita quincenal para decirle te quiero y papá tardaba tanto en llegar desde la puerta de la casa a la cocina, que muchas veces se perdía en la casa tratando de averiguar a quien había saludado. Era la Familia de los Felices Fernández Facinero Fascinantes, cuatro familias de “F” en una casita en el campo. No había cama, sino Chinchorros, ellos mismos lo tejían. Era tan fácil todo porque eran muchos, todos colaboraban, menos Panchito Fernández Facinero Fascinante.
                En una mañana cuando el sol brillaba con fuerza y los insectos iban y venían con alegría porque se acercaba el periodo de polinizar, Panchito se levantó temprano, pasó por encima de su hermana número 23 y tras pisarle la cabeza a Félix Fernández Facinero Fascinante brincó en la cama de alguien que no había visto nunca. Si, esta persona era nueva entre todas, por que los Fernández eran pequeños y esta era grande, los Facinero eran narizones y esta tenía la nariz más hermosa del mundo, y por último pensó los Fascinantes eran de ojos profundo y pequeños con cejas gruesas y las pestañas que lucían en los ojos cerrados de aquella bella durmiente, eran increíblemente grandes y delgados. Sus cejas delgadas se semejaban a una hebra de una crin de caballo pardo y sus labios se veían como un pastel de fresa. La fragancia que salía de su cabello, le hacía recordar el Caribe, igual que el color de su piel.
                La señorita se volteó entre tantos pies y manos. Claro ninguno tocaba al otro, porque cada noche el abuelo había dispuesto los chinchorros para que ninguno golpeara al otro en los 4 cuartos pequeños, que se habían construido en la época de la abuela Fabiana de Fernández Facinero y Fascinante. Cada espacio dentro de cada habitación tenía una inclinación con cierta delicadeza dispuesta por el mayor de todos, quien se encargaba de guindar hamacas dobles, triples y esas llamadas multifamiliares de marca “BBB”. Cada grupo familiar tenía que saber su turno durante la noche para irse a dormir. Los Facineros se acostaban de último porque tenía unas primas con nariz grande, y sencillamente si lo hacían de primero se robaban todo el aire del cuarto, por eso las dejaban cerca de la ventana. Era una aventura todo aquello, incluyendo cuando los fascinantes iban a dormir, quienes eran los primeros ya que sus ojos pequeños no percibían bien la luz y además tenían un agregado de escándalo y brinco. La voz de estos hermanos, primos y abuelita eran retumbante, nadie podía esconderse del sonido chillón de sus vocecitas. Eran totalmente agudas y muy sociables, siempre te querían abrazar. Bueno así es mi familia.
                Yo mientras observaba aquella hermosa niña pensé, cómo hago para resaltar entre todos, con la idea de llamar la atención. Pensé en un plan. Tomaré las riendas de la cocina y le haré el desayuno, pero me detuve por un momento y dije: _ ¡NOOO!, como voy a cocinar tantos platos. En ese momento mi abuelo Francisco Fernández me escuchó en la conversación conmigo mismo y me contestó: _Pero chico, ese plan no te servirá, por que un niño tan pequeño con manos tan pequeñas no puede manipular tantas ollas a la vez. Yo lo miré con tristeza pero al instante me planificó lo que debía hacer. Fui al patio, saqué toda lo que él había cocinado y los colocamos en la mesa de 18 metros de largo que estaba al lado del huerto familiar, era toda una travesía.
                Cuando llegaron los rayos del sol a cada ventana de las habitaciones, ya se dejaba oler el cafecito, el pan tostado, y la carne recién cocida con huevos fritos y queso ahumado. Mis 87 primos iban primero, mis tíos y tías que sumaban la mitad de estos anteriores se desplazaban discutiendo los titulares de los periódicos regionales, excepto uno que nunca había aprendido a leer por que tuvo que trabajar tanto los primeros años que se sacrificó por cada familiar para traer comida a la casa, todos pudieron estudiar tranquilos. Ese señor era mi tío el Pequeño Felipe Fernández, hombre fuerte y muy callado, excelente ebanista y constructor. Él había hecho la primera casa, luego fue creciendo esta hasta hoy sábado 16 de junio, donde conocí al amor de mi vida, y que en pocos momentos ella me conocerá a mí.
                Lo cierto es que todos los restantes fueron parándose poco a poco, con chillidos y llantos muy particulares, algunos de mis sobrinos pequeños lo hacían como una sirena dañada, otros sencillamente no lloraban solo gritaban una vez y sus padres corrían a la velocidad de la luz, como decía mi primo el científico Fierro Fascinante.
                Después que todos estaban sentados en la mesa del patio con diversos puestos identificados con nombres y por tamaño, me paré y tome mi silla que era la única que quedaba libre y la tomé en mis manos. Me sudaban pero no era el calor, era la emoción de verla caminar por la grama, parecía que ella formaba parte del rosal, su cabello negro y dulces ojos apagaditos me ponían nervioso, mi tío el Caballero Real de la Fuerza del Pueblo me dijo su nombre. _Ella es una amiga de tus familiares lejanos, llamada Aida del Carmen Fonseca Infante-. Cuando él la nombró me grabe su nombre para toda la vida, claro también tenía experiencia con todos mis centenares de familiares, yo era un prodigio de la matemática y de la memoria. Bueno eso es lo que mi abuelo me había dicho siempre.
                Cuando llegó a la orilla le dije: _toma esta silla es para ti- Gracias no te hubieses molestado-diciéndomelo con voz dulce y clara. Desde ese día comimos juntos todos los días, tomando del mismo vaso y haciéndolo todo con cariño hasta hoy cuando tu lees esta historia, si tu mi lector, porque este cuento no se acabó, si no que se escribe cada vez que una persona joven lo mira y se repite en los oídos de los niños soñadores. Nunca olvides que esa chica es mi esposa y yo soy Panchito Fernández Facinero Fascinante, el niño que recordó nunca decir NO.